Proyectada en el OHLALÀ, FESTIVAL DE CINE FRANCÓFONO DE BARCELONA, 1-8 de marzo de 2023

Película de Florence MIAILHE, 2021

                                                         Crítica, traducción adaptada de Véronique GILLE

Duración: 84 min.

Año: 2021
País: Francia
Dirección: Florence Miailhe
Guion: Marie Desplechin, Florence Miailhe
Música: Philipp E. Kümpel, Andreas Moisa
Fotografía-animación: Guillaume Hoenig
Género:
Animación. Drama. Familia.

Florence Miailhe nos invita a un viaje poético-realista a su pasado familiar, cuyo poder evocador a veces puede ser cuestionado. Conciliar la historia íntima y la historia universal de las condiciones humanas a menudo inalterables no es tarea fácil. Este primer largometraje de la directora -durante treinta años, Florence Miailhe se dedicó a hacer cortometrajes- nos lo recuerda. Es cierto que miramos con atención y respetamos esta parte de la saga familiar, pero no logra molestarnos. No hay catarsis posible, porque la pintura animada elegida por la cineasta crea un distanciamiento que rechaza al espectador y es rechazado por el espectador.

La película, a menudo púdica y distante, es militante ya que la directora relata las realidades más duras: exilio forzoso, separación, trata de personas, identidades ficticias, ilusiones defraudadas y encontradas de nuevo, luego perdidas otra vez…por eso, la película está impregnada de dolor, traición pero a veces también de esperanza, solidaridad y fraternidad. Se trata de contar los dramas, las alegrías, las penas, las miserias, los encuentros, los días y las noches. Sin embargo, el sentimentalismo en algunas escenas adquiere un tono dulzón que termina creando una atmósfera paradójicamente asfixiante cuando uno podría imaginar una apertura al futuro.

Es una historia que comienza con yo y desliza hacia nosotros, pero nosotros no parece suscitar un verdadero intercambio con el espectador. Si bien este largometraje ofrece una animación de cuadros pintados realistas –Florence Miailhe define su película como una «pintura animada»-, no logra tener la fuerza de un documental, porque la cineasta quiere decir sin decir demasiado. Entonces uno puede sentirse decepcionado con el mensaje de su obra y preguntarse: ¿para quién y por qué la cineasta hizo esta película?

Como se mencionó en líneas anteriores, la directora anima sus cuadros para utilizar un lenguaje que conoce muy bien. Aquí y allá, algunas pinturas en los colores de un Van Gogh, un Gauguin, un Matisse fluyen en las imágenes, pero el dibujo queda hecho a grandes rasgos y no siempre es agradable a la vista. De igual forma, los colores se cubren con un velo de tul gris claro que oscurece y no favorece la vista. Los cuervos negros que actúan como una recurrencia de la mala suerte y las penas futuras son desafortunadas -quizás inconscientes- reminiscencias de los pájaros hitchcockianos, pero en realidad no encajan con la trama de la película.

No hay estilo contemplativo o lado «de choque», por lo tanto. Es más, se suma un leve lado lloroso ya mencionado y propio de muchas ficciones que denuncian toda la miseria del mundo. Para bien o para mal. Policías corruptos, traficantes inquietantes y contrabandistas corruptos forman una muestra de la bajeza humana, pero Florence Miailhe a menudo cede ante la caricatura y su película no es una revelación como podría haber sido. Además, la puesta en escena, controlada, muestra cierta frialdad, incluso a veces falta de sinceridad.

La travesía dice verdades y esboza de vez en cuando el necesario contrapeso a la empatía excesivamente emocional que obstruye reiteradamente los proyectos sobre el drama del exilio. Hay que reconocerlo: es una película que pretende ser poética, pero también política. La violencia no siempre se mantiene fuera de la pantalla. Combinar el documental y la ficción, la sequedad y la humanidad -y la inhumanidad- son los puntos fuertes de este primer largometraje. Lástima que el efecto de realidad se estropee por un escenario que sabe inacabado, además de perjudicado por una banda sonora intrusiva en muchas secuencias y sobre todo por un fin convenido. Florence Miailhe ha querido no olvidar, cumplir con su deber de memoria, pero su película tal vez caiga demasiado pronto en el olvido y no quede grabada en las memorias.

Para ver versión en francés pulsar aquí.